El desarrollo de nuevas competencias y roles, una necesidad
Mucho hablamos hoy de talento, de identificarlo, de retenerlo, de desarrollarlo…. No estoy muy seguro de que todos hablemos de lo mismo. Encuentro que muchos, aún algunos profesionales de las áreas de Recursos Humanos, lo comprenden como un nuevo nombre para algo ya conocido.
Lejos estoy de querer plantear una dicotomía entre una posición “novedosa” y una “antigua”. Hemos compartido varias veces ideas con Carlos Lucena, ex-gerente de Recursos Humanos de una empresa internacional líder, que se distingue por tener una mente abierta y una posición pocas veces vista: se permite reflexionar sin paradigmas. Muchas de estas recurrentes conversaciones las hemos tenido alrededor de la necesidad de repensar los procesos relacionados con el Capital Humano, la Gestión de Talento, Recursos Humanos o como se le llame a la función que hace ya muchísimos años era “Personal”.
Las reflexiones que más me atraen de esas discusiones son las de cuáles serán las habilidades y competencias que se necesitarán en el futuro y cómo adquirirlas; tanto como responsables de un área en una empresa o para uno mismo en su futuro laboral.
Como parte de esta idea, la conclusión -ya tratada en varios medios y por varios especialistas- es que esas nuevas competencias conllevarán la necesidad de crear nuevas funciones y posiciones.
Y hay una que encuentro clave: el real facilitador.
Repensando al facilitador
Desde 1983, año en el que Ford Motor Argentina organizó el primer seminario para la formación de Facilitadores, ha sido habitual que me pregunten por las características o el perfil que debe tener un buen facilitador. La respuesta la fuimos puliendo, en su momento con Oscar Cecchi y Jack Jones, y después con Graciela Kort y Debora Bronstein.
La experiencia que nos dio la consultoría nos ayudó a encontrar nuevos matices y comprender mejor el significado verdadero de algunos términos. Pero nunca sentí que los conceptos que usábamos fueran originales o se diferenciasen de aquellos que otros usaban.
Puedo equivocarme, pero recordando aquellas charlas con gerentes, estando aún en Ford o como Gerente de Desarrollo de Recursos Humanos en Renault, o con gerentes de las empresas clientes ya desde la consultora, creo que probablemente yo era más eficaz evaluando a los perfiles que definiéndolos.
Hace poco tiempo, un par de situaciones me hicieron reflexionar que una de las competencias necesarias para el futuro es la de ser facilitador, y esto me llevó a resignificar las condiciones que este rol debe tener.
El real facilitador toma parte
Veo al real facilitador con una característica principal: “toma parte”. No pretendo negar que tenga que ser objetivo, pero “se juega”.
Las empresas necesitan pocos, pero productivos roles que trabajen facilitando comunicación y relaciones, incluso cuando a veces no salgan bien parados como consecuencia de su gestión.
Es muy lindo hablar de comunicación, colaboración, creatividad trabajando en equipo como si viviéramos en organizaciones perfectas. Pero en el mundo real, las discusiones, las confrontaciones, la mala comunicación e, incluso, las simples percepciones de “cercanía” o de quiénes son o no son “como uno” existen. De la misma forma que en un grupo de egresados algunos prefieren hablar con unos y no con otros.
En una relación social, los sábados en una fiesta o incluso en las relaciones familiares, puede manifestarse simplemente como una cuestión de acercamiento y de hablar con, y a, los más afines. Pero, en el mundo laboral, cuando hablamos de integración, colaboración y trabajo en equipo, la opción de trabajar sólo con los más afines no existe.
El real facilitador acerca a la gente
En estas semanas he visto casos en los que las personas que supuestamente deberían ayudar a lograr el entendimiento y la solución han preferido desligarse para “quedar bien con todas las posiciones”.
El rol de acercar a la gente, aún a riesgo de que el mismo facilitador “quede mal” con alguna de las partes, es clave.
Un buen facilitador no toma una posición tibia para mantenerse en equilibrio. Busca la solución. Prioriza la necesidad de lograr la colaboración entre aquellas dos personas o funciones por sobre el “qué dirán”. Confía en que, de todos modos, si la colaboración se logra, todos terminarán valorando su contribución.
El real facilitador actúa (independientemente de su función)
Ser facilitador es un rol a diferencia de una función. Si la función es una responsabilidad formal que tiene actividades sistemáticas y procesos a cargo, el rol es la puesta en práctica de una competencia que ayuda a lograr un objetivo en particular.
En una organización que busca ser ágil, dinámica y creativa, ese rol y competencias debe estar presente en unas pocas personas, independientemente de en qué función están. Éstas actuarán cuando un conflicto o la necesidad de entendimiento se presente.
El rol de facilitador -y las competencias inherentes que este rol conlleva- puede estar en distintas posiciones formales dentro de una organización, como en un negociador, en un Black Belt, en un Agile Coach, en un Scrum Master. Pero hay posiciones en las que este rol y estas competencias no pueden faltar, como es el caso de las personas que pertenecen al área de Gestión de Talento.
Conclusiones
No veo contemplado al facilitador en las diarias discusiones sobre talento. Las competencias de un facilitador suelen subestimarse tanto en la formación universitaria como en formación interna de las empresas.
¿Cuáles son las características de un buen facilitador?
- Entiende las posiciones y busca la solución.
- Dinamiza la construcción colectiva, sacando a la luz las ideas y conocimientos de los demás.
- Empodera a los participantes, comparte la responsabilidad y los resultados.
- Alienta la participación, la creatividad y el aprender a pensar juntos.
- No se abstiene buscando permanecer “objetivo”.
Los perfiles de un buen y real facilitador han mostrado largamente su valor para enfrentar los roces e inconvenientes y ayudar a la colaboración, al trabajo en equipo, a ser digital, a ser más ágil, a darle la prioridad al cliente y a abrazar una cultura de mejora continua.
Creo que la formalización de su existencia y su consideración como un talento necesario es clave para construir organizaciones que apunten al futuro.
Autor: Raúl Molteni